Gerardo Otero
Statement
La Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) ha tenido una presencia central en mi desarrollo como académico desde mi primer congreso, Pittsburgh 1979. Ahí me tocó conocer por primera vez, entre otros, a tres académicos mexicanos cuya obra había leído y admirado: Enrique Dussel, a quien conocí en un elevador; Roger Bartra y Gustavo Esteva, quienes representaban posturas contrastantes en el debate sobre el campesinado en México. Una de mis dos metas centrales en LASA sería multiplicar las oportunidades para que los académicos jóvenes puedan conocer e intercambiar ideas con los no tan jóvenes. He presenciado con mucha satisfacción cómo ha evolucionado LASA como organización, desde un intento para reorganizar las secciones en torno a temas analíticos, hasta que volvieron a proliferar las secciones enfocadas en países individuales o en temas especializados. En esta diversidad, LASA también ha transitado desde ser una asociación estrictamente académica hacia una que intenta fomentar nuestra vinculación con las comunidades que estudiamos con esfuerzos como el proyecto y Sección de Otros Saberes, los pre-congresos y otras propuestas colaborativas. Por lo menos modestamente, LASA se ha convertido en un vehículo para promover la fusión de la teoría y la práctica para el enriquecimiento de ambas. Mi segunda meta es, entonces, reforzar ésto promoviendo la participación de los jóvenes, quienes más pueden contribuir en la formación de saberes y el cambio de realidades. Para mi primer meta hay retomar la práctica de fomentar que las propuestas de paneles tengan un balance mínimo entre colegas en diferentes etapas de sus carreras, desde estudiantes hasta académicos reconocidos; combinando gente de varias instituciones y países. Habrá que redoblar esfuerzos para el apoyo financiero para jóvenes que participen en los congresos. También hay que buscar la ubicación del congreso logrando un mejor balance entre costos accesibles y la mejor infraestructura para una organización en continuo crecimiento. Para promover la praxis, es decir, la fusión de la teoría y la práctica para mejorar las realidades es necesario aumentar el diálogo entre dos de las tres principales estrategias de transformación que se han observado en Latinoamérica y otras partes del mundo. Desde los años sesenta, la región ha pasado por varias transiciones políticas: desde los regímenes autoritarios hasta democracias variopintas y el resurgimiento de tendencias autoritarias en 2018. La estrategia armada, ruptural, de enfrentamiento frontal con el Estado ha sido derrotada o domesticada en varios acuerdos de paz en los noventa. Surgió así la estrategia de transformación “simbiótica”, en la que dominados y dominantes pudiesen ambos ganar a través del proceso electoral en un juego de suma positiva, y no en uno de suma-cero. En algunos de esos países sus pueblos vieron cierta mejoría a través de programas sociales; pero sin modificar el extractivismo exportador ni una democratización de la sociedad civil significativa. En 1994 surgió el Ejercito Zapatista para la Liberación Nacional (EZLN) en México, cuyo enfrentamiento armado duró apenas doce días. Pronto se convirtió en promotor de la democratización intentando organizar la sociedad civil para contrarrestar al Estado. Pero el zapatismo sigue en la oposición autonómica, aunque aislado en el estado de Chiapas. El trío de estrategias de transformación histórico progresista son pues: ruptural, simbiótica o social-democrática, y autonómica o intersticial. En LASA, creo están representadas entre nuestros miembros predominantemente las últimas dos opciones. Uno de nuestros desafíos en LASA es, entonces: ¿cómo promover el diálogo entre esas posturas? Me gustaría impulsar una discusión que rompa los sectarismos teóricos y políticos, pues éstos representan fuertes barreras para el desarrollo del saber y la cooperación social para el desarrollo de Latinoamérica. Esto se puede promover con paneles expresamente plurales.